Santiago Carrillo Solares, nacido el 18 de enero de 1915 a Gijón. Fue dirigente del Partido Comunista de España del 1960 al 1982. Fue una figura clave en la oposición al franquismo y, después de la muerte de Franco, Carrillo jugó un papel importante en el proceso de la Transición democrática española.
De joven siguió los pasos de su padre (destacado militante socialista) militando en las “Juventudes Socialistas”. De éstas, llegó a ser secretario general en 1934. Después de la proclamación de la segunda república española, el 14 de abril de 1931, Santiago Carrillo se hace cargo de la sección parlamentaria del periódico "El Socialista", lo que le permite entrar en contacto con las personalidades políticas de la época.
En 1934 participa en la fracasada “Revolución de Octubre” en Asturias, por lo que pasó dos años en la cárcel. Fue liberado tras la llegada al poder del Frente popular español, el 16 de febrero de 1936, y enviado a la URSS para negociar la unificación de las juventudes socialistas y comunistas.
El inicio de la Guerra Civil, el 18 de Julio de 1936, sorprende a Santiago Carrillo en París. Él se une al ejército republicano y combate en el País vasco español y en la Sierra en el norte de Madrid. Al acabar la guerra se exilió en Paris, desde donde siguió participando en la dirección del PCE, sobre todo tras suceder en 1960 a Dolores Ibárruri en la secretaría general del partido.
A partir de 1968, tras su condena a la invasión de Checoslovaquia, Santiago Carrillo comienza a distanciarse de la línea política de la URSS y acerca posiciones a las sostenidas por los líderes comunistas de Europa occidental, italiano Enrico Berlinguer y el francés Georges Marchais. Esta corriente es conocida bajo el nombre de eurocomunismo.
El PCE es legalizado el 9 de abril de 1977 por el gobierno de Adolfo Suarez. El 15 de junio siguiente, Santiago Carrillo es uno los primeros diputados comunistas elegidos a Cortes al Congreso por Madrid. También lo son otros nombres como Dolores Ibárruri o el poeta Rafael Alberti.
Carrillo contribuyó al éxito del proceso de democratización aceptando el régimen de la monarquía parlamentaria y multiplicando los actos públicos de reconciliación con gente que había sido sus enemigos durante la guerra civil y bajo el franquismo.
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